EMPRENDIMIENTO EN BOLIVIA

Reinventarse o seguir dando vueltas alrededor de lo mismo

Si miramos al ecosistema emprendedor de nuestro país pareciera que estamos atrapados en el pasado, porque desde hace aproximadamente dos décadas se repiten algunas fórmulas para promover el emprendimiento que han sido muy ineficaces, estamos hablando de cursos, talleres, cátedras, incubadoras, bootcamps, hackatones, aceleradoras y un largo etcétera. Con todo el respeto que se merece el esfuerzo genuino y diligente de personas e instituciones que han intentado apoyar el desarrollo emprendedor (entre los que me encuentro personal e institucionalmente) los resultados han sido concluyentemente escasos.

Revisando algunos de los datos que provienen de las publicaciones sobre emprendimiento que existen en nuestro país, podemos percibir que hay poco cambio como resultado de tanto esfuerzo para promover el emprendimiento.

El país ocupa el tercer lugar en actividad emprendedora en América Latina, sin embargo, la esencia de los emprendimientos es la necesidad y subsistencia, es decir se hace forzado por las condiciones precarias de la economía familiar.

El 40% de la población de Bolivia tiene entre los 15 y 39 años, el nivel de desempleo entre los jóvenes es de 55%, superando ampliamente el nivel de los adultos, el alto índice de desempleo en los jóvenes empuja a muchos de ellos al emprendimiento de subsistencia, por ejemplo, vender bolígrafos en la calle.

Lo sorprendente es que a pesar de que los jóvenes tienen más y mejor acceso a la educación, eso no ha impactado positivamente en su empleabilidad y capacidad emprendedora, se evidencia una desconexión entre lo que se enseña en los colegios, institutos, universidades y programas del gobierno y lo que el mercado demanda, es decir estamos ante un dilema tipo círculo vicioso: el mercado no exige grandes especializaciones, pero al mismo tiempo, cuando éstas son requeridas son muy difíciles de encontrar.

Cuando los jóvenes se ven empujados a hacer algo por cuenta propia, los emprendimientos son generalmente de corto plazo, orientados al mercado interno, de autoempleo y muy precarios, la mayor parte de éstos se desarrolla en el sector de servicios al consumidor; el 41% lo hace en el comercio y el 15% en alojamientos y en restaurantes; la manufactura corresponde únicamente al 12% del total.

Durante las últimas dos décadas y de manera creciente varias organizaciones de la sociedad civil, de la academia, y del propio Estado, han dedicado esfuerzo, tiempo y dinero para promover el emprendimiento, la mayoría de ellas con mucha voluntad y entusiasmo, pero creo yo con escasos recursos y peores resultados.

 

¿Dónde está la falla?

Voy a arriesgarme a proponer algunas posibles causas del magro resultado de las organizaciones que promueven el desarrollo emprendedor en Bolivia:

  • Existen un número importante de instituciones, iniciativas y eventos dedicadas a sensibilizar, movilizar, y proveer capacitación básica a los emprendedores jóvenes; el número de organizaciones se reduce drásticamente si hablamos de organizaciones que trabajan en la fase de capacitación formal, incubación y aceleración, para finalmente llegar casi a cero organizaciones que provean de capital semilla, capital ángel, venture capital o capital de riesgo, financiamiento subordinado. Es decir, lo que se trabaja masivamente en Bolivia son las etapas primarias de sensibilización y motivación del emprendimiento.
  • Los esfuerzos de las organizaciones están enfocados en el rango etario de los 18 a los 25 años, cuando el perfil del fundador de emprendimientos dinámicos no es el de un joven en edad universitaria, ni siquiera el de una joven profesional, sino más bien el de una persona entre los 35 y 45 años que ha acumulado experiencia, capital y conexiones como para desarrollar empresas que pueden crecer y generar oportunidades de trabajo para otros.
  • Hay poco conocimiento, metodologías y organizaciones que promuevan el Emprendimiento en Economía Creativa o industria creativa, que es el sector de la economía que involucra la generación de ideas y conocimiento. El concepto abarca esencialmente la industria cultural (arte, entretenimiento, diseño, arquitectura, publicidad, gastronomía) y la economía del conocimiento (educación, investigación y desarrollo, tecnología, informática, telecomunicaciones, robótica, nanotecnología, industria aeroespacial), esos emprendimientos pueden generar mucho valor agregado en economías pequeñas como la nuestra..
  • Los mercados son muy dinámicos, hablar hoy del mercado o su tendencia, no es lo mismo que décadas pasadas, esto debido a no solo la curva de la demanda y la oferta, a la misma, se incorporan otros atributos más allá del producto, como ser el proceso, la innovación, la vinculación con su entorno de producción, el cliente interno y el externo, entre otros, en tal sentido, nuestros emprendimientos parecen encerrados en una burbuja que no se conecta con las necesidades del mercado y sobre todo de los grandes clientes que son las empresas.

¿Qué Hacer?

Algunos factores son más simples, como ser: redirigir los esfuerzos a apoyar emprendedores del rango 35 a 45 años, promover la integración con el mercado y con las necesidades de empresas más grandes, privilegiar los emprendimientos en la industria creativa y en emprendimientos dinámicos, sin embargo, existe un factor que es determinante para el desarrollo emprendedor y ese tiene que ver con el financiamiento, mientras no se creen mecanismos de financiamiento como los Fondos Mutuos para el Emprendimiento, será muy difícil que existan importantes incrementos en la creación de emprendimientos dinámicos y de alto valor.

En esta tarea es fundamental la participación del Estado, por un lado, promoviendo las condiciones favorables necesarias, pero también interactuando con el sector privado, proveyendo acceso a recursos, como los que se generan año a año a través de los recursos que se exige a los bancos para la Función Social y que hoy al destinarse mayoritariamente al tema vivienda tienen limitado impacto en la generación de empleo digno, sostenible y de alto valor.

 

Álvaro Bazán Auza

Director Ejecutivo Fundación Emprender

119PortaditaDiciembre

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