Desafíos y oportunidades para el desarrollo humano en el contexto del COVID-19
Mirando hacia atrás, el año 2020 será recordado como el año que desafió todas las expectativas en materia de desarrollo. En este contexto, y recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) marcó el 30º aniversario de sus informes globales lanzando su Informe sobre Desarrollo Humano (IDH) ‘La próxima frontera: el Desarrollo Humano y el Antropoceno’, que plantea como objetivo central cambiar la forma de pensar desarrollo para los próximos 30 años.
¿Qué significa exactamente ‘Antropoceno’ y por qué se conecta con el tema de desarrollo humano? De acuerdo con una definición acepada, el Antropoceno (de griego ‘anthropos’ o ‘ser humano’, y ‘kainos’, ‘nuevo’), es la época geológica propuesta por parte de la comunidad científica para suceder el Holoceno, la época actual (correspondiente al período Cuaternario en la historia terrestre), debido al significativo impacto global que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas terrestres.
En esta nueva etapa, hemos presenciado cómo debido al accionar humano los virus pueden pasar de los animales a los seres humanos y propagarse por todo el mundo en un instante generando impactos brutales. O cómo las emisiones de carbono de fábricas pueden contribuir a que se desaten incendios a un hemisferio de distancia. Estas son “instantáneas” de la nueva era geológica en la que vivimos en la que los humanos hemos alterado de manera fundamental los sistemas de los planetarios necesarios para la vida en la Tierra.
La devastación causada por la pandemia del COVID-19 es la señal más reciente de que la humanidad ha llegado a un precipicio. A pesar de sus profundos impactos en el desarrollo humano, la pandemia puede ser también una oportunidad para elegir una senda en la que utilicemos el poder que los seres humanos tenemos sobre el planeta para regenerar y producir de forma sostenible, no para destruir, naturalmente, atendiendo niveles de responsabilidad de los actores y agentes económicos, bajo principios de proporcionalidad.
El desarrollo es dinámico y sus sistemas de valores cambian en el tiempo. Lo mismo deben hacer las métricas utilizadas para medirlo. Con el Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias –un índice experimental que se incorpora en esta edición y añade dos nuevas métricas, las emisiones de CO2 y la huella material— se destaca la transformación que podría darse en el ámbito del desarrollo si el bienestar de las personas considerara también la necesidad de aliviar las presiones sobre el planeta. Actualmente ningún país en el mundo ha logrado un desarrollo humano muy alto sin contribuir a dañar los sistemas del planeta.
Es preciso reconocer que la pandemia del COVID-19 es una señal inequívoca del futuro que nos aguarda. Es hora de reflexionar sobre cuál será el relato por escribir en esta nueva frontera para el desarrollo. Somos la primera generación del Antropoceno, y las decisiones que tomemos hoy determinarán el futuro de todas las futuras generaciones.
Luciana Mermet,
REPRESENTANTE RESIDENTE
PNUD en Bolivia